martes, 24 de marzo de 2009

silencio, pasion...Nazareno

Otro martes más, seguimos en Cuaresma señores, y aunque la semana pasada por motivos de trabajo (estas fechas son muy atareadas) no pude colaborar otra semana más con mi pequeño apartado sobre historia del arte, hoy vuelvo, con una historia de esas que merecen la pena enmarcar, de esas que merece la pena aprender por que así uno sabe realmente que cuando el arte se pone en manos del hombre es capaz de crear un aspecto insólito, único, emocionante, que nos intriga...

Nuestro Padre Jesús de Pasión, creado de la mano del maestro de Sevilla, Martinez Montañes hacia los años 1612-1618, es una de esas obras que cuando la situas en un paso, en Sevilla, en cualquiera de sus calles, en silencio, sabes que no puede pasar despercibida ante la mirada de tantos y tantos creyentes que allí nos concentramos.
Imagen articulada, para su mejor manipulación y utilización para los diferentes cultos, no deja indiferente al ver las articulaciones que el maestro supo colocar para saber devocionar a todos nosotros.

Al contrario que Juan de Mesa, la figura de Montañes es una figura mucho más "elegante", mucho más elegante, no muestra tanta crueldad, ni esas lineas barrocas que denotan las lineas de su rotro, haciendolo mucho más claro, más "humano"(refiriendome al humanismo-renacimiento), en ese estilo mucho más perfeccionista donde mostrar heridas tan sangrantes y tan crueles como las de Mesa era algo aún poco estudiado. Por ello no quito mérito ni a uno ni a otro, simplemente son totalmente distintos, pero Montañes siempre será "el maestro"(cabe recordarlo), su figura ilumina, su figura denota movimiento, su figura nos asombra al verlo caminar cada Jueves Santo por las calles de Sevilla.

Los mechones de pelo caen por su rostro, al mas puro estilo sevillano, bien tallados con esas curvas y esas formas que Montañes dedicaba a todos sus cabellos, denotan un serio y laborioso trabajo artesano en el taller. Como curiosidad cabe recalca que la imagen no tiene la corona de espinas labrada, simplemente se añade cuando el señor va a procesionar, mientras que cuando se puede observar durante los diferentes cultos, aparece como maniatado, y sobre todo, sin corona.

Las manos son el otro aspecto que podemos recalcar, muy laboriosas, bien trabajadas, y sobre todo muy bien detalladas, al igual que el restro son unas manos muy "limpias", poco comparables a lo que despues podríamos ver en el Barroco pleno de la Sevilla del siglo XVII.

Es sin duda una imagen que a todos nos deja un toque en el corazón, por eso es el Señor de Pasión, poco más puedo argumentar a ello....

MANUEL ACEVEDO MONTES.

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